Tarde de Domingo del mes de mayo en Colonia, después de dos días intensos de trabajo, salgo de feria con el objetivo cumplido, los dos stands terminados.

Durante mi paseo bordeando el Rin, es un espectáculo observar a los Colonienses reunidos en pequeños grupos y parejas, tomando una botella de vino o un par de cervezas mientras disfrutan de las últimas horas de sol que anuncia el final de la semana. Sin las barcazas que suelen transportar mercaderías y materias primas, las tardes de domingo el río se entrega al completo a los que viven en la ciudad. El ritmo tranquilo de las aguas del rio dibuja un entorno agradable que se contagia entre los que estamos allí. Sus aguas rebotando contra las paredes que lo delimitan, consiguen llenar de magia el lugar.

El camino hasta mi hotel que conduce desde la feria, pasa por el parque Rheinpark que con sus 40 hectáreas es uno de los más importantes de la ciudad, después de caminar un buen rato por la ladera del rio, finaliza en la estación central, una de las más importantes de la red ferroviaria de Alemania.

Una vez llegado a destino, el movimiento habitual de transeúntes y viajeros que marchan y llegan en un vaivén hacia todos lados. La estación de Colonia es la que mide el pulso de la ciudad.

Descarada se levanta La Catedral, no pasa desapercibida y se puede observar desde cualquier lugar de la ciudad, parece como si quisiera observar cualquier movimiento de la ciudad.

Y de nuevo la ciudad retornará con más ritmo, las bicicletas cruzarán desde las primeras horas de luz el puente del Rin para anunciar una nueva semana. Las vías de tren reforzadas debido a la cantidad de amantes que aseguraron su amor y dejaron testimonio en un candado les acompañarán mientras cruzan el rio.

Me despido de Interzum satisfecho por el trabajo y experiencia vivida. Han sido unos días de momentos intensos, me quedará la duda de saber si en Colonia, se sonríe mejor que en otras ciudades de Alemania.